Los Hechiceros del Caos manejan energías mágicas desenfrenadas. Suyas son las viejas tradiciones del adivino y el chamán tribal, potenciadas por los dones sobrenaturales de sus deidades protectoras.
Más allá de los resplandecientes bastiones de Sigmar marchan los Esclavos de la Oscuridad, sombrías huestes de bárbaros y verdugos ansiosos por destruir cualquier atisbo de civlización. Muchos sienten un odio especial hacia los demás mortales, habiendo abandonado hace siglos a los de su especie.
Las Bestias Caídas son guardianes y acosadores de las tribus Pactoscuro. Otrora héroes mortales, las Bestias Caídas flaquearon en su juramento a los Dioses Oscuros y fueron por ello retorcidas y combadas hasta quedar convertidas en abominaciones sedientas de sangre. Ahora merodean detrás de las tribus que antaño defendieron, hambrientos de carne y sacrificios, con una fuerza salvaje y empleando magia primitiva para aniquilar a su presa.
De todos los caudillos que luchan bajo los negros estandartes de Arcano, pocos han obtenido tanto renombre como Abraxia. Es una conquistadora de una fuerza y determinación formidables, y una líder entre la temible Guardia de Varan. Abraxia dirige a estos guerreros inigualables a la batalla contra las fuerzas de la civilización, y se deleita aplastando a los más débiles.
A lomos de monturas de guerra enmascaradas y adornadas con los cráneos de enemigos derrotados, los Caudillos Pactoscuro escudriñan el campo de batalla con ojos avizores, buscando puntos vulnerables en las formaciones enemigas al igual que un lobo busca la presa más débil. Son guerreros superlativos, y una vez que ha comenzado la matanza, sus furiosos ataques convierten el campo de batalla en un mar de cuerpos caídos.
Los Credo Putrefango son artesanos de la virología, implacables en su búsqueda de la plaga perfecta. Un culto a los pantanos que además adora a Nurgle en su aspecto de Amo Sanguijuela, sus dardos de cerbatana y sus crueles púas están embadurnados de mortales vectores de contagio alquímicos. Una vez desatadas, estas enfermedades se extienden rápidamente entre las filas de sus enemigos, un testimonio de su infeccioso oficio.
Destructores inmisericordes de templos y monumentos, los Obelisco de Jade suponen una amenaza para todos aquellos que no adoran a su malévolo dios, un misterioso augur del cambio conocido como Aquel que habla en la Piedra. Estos cultistas enmascarados, blasfemos artesanos de los trabajos en piedra, sufren la maldición de una petrificación lenta pero inevitable. Plenamente conscientes de que el tiempo de su carne viviente se acaba, tienen un solo propósito: profanar los ídolos de todos los dioses falsos antes de que sus cuerpos mortales sucumban.
Los Esclavos de la Oscuridad marchan por los Reinos Mortales en nombre de Archaon el Elegido, Be'lakor el Señor Oscuro y los propios Dioses del Caos, combatiendo sin cesar para aplastar las opresivas nociones de paz de Sigmar. Han sufrido y se han sacrificado para conquistar esta tierra, y a su vez han infligido un sufrimiento indecible. Ahora nada los detendrá en su avance renovado; las botas blindadas de sus guerreros, los cascos arrolladores de sus caballos y las ruedas de los carros avanzan por el campo de batalla en una marea incesante.
Los Príncipes Daemon fueron una vez campeones mortales del Caos, elevados a la categoría de daemons eternos como una codiciada recompensa de sus patrones mercuriales. Cada una de estas monstruosidades corruptas es un testimonio viviente del poder infernal del Caos, un señor de la guerra inmortal bendecido con múltiples dones malévolos a lo largo de su larga vida y su traicionero Sendero a la Gloria. Un Príncipe Daemon se eleva o avanza a grandes zancadas por el campo de batalla como un presagio de fatalidad, desatando todo el armamento forjado en la disformidad, la fuerza monstruosa y la hechicería profana a su disposición.
Be'lakor, el Señor Oscuro, es el primero de los Príncipes Daemon y un consumado campeón del Caos. Be'lakor aparece envuelto en sombras etéreas y elevado por encima del campo de batalla gracias a unas alas monstruosas. Contempla con gran desdén los esfuerzos de sus enemigos, los cuales luchan en vano contra sus diabólicos planes. Mientras los Reinos Mortales se sumen en el caos tras el cataclismo de las Guerras de las Almas, el Primer Príncipe sabe que por fin ha llegado su hora. Ni hombres ni dioses podrán detener su gran ambición.
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